viernes

Alodado


Hoy mis pies se ven diferentes,

más delicados, con brillo de porcelana.

Y la angustiosa mirada de perro mojado.


Su silueta esbelta se ve más menuda hoy,

como una bailarina luego de un terrible accidente.


Frágiles y apenados, no sé si perdonarlos

por caminos violentos haberme llevado.


No vacilaron su andar, sin esquivar piedras y charcos

y al dar un traspiés rieron al verme caer.


No sé si por arrepentimiento o por miedo a ser destajados,

se enrollan acurrucados uno sobre otro.


Pienso cambiarlos por otro par de manos,

son ellas más dóciles a mi mando.


Pensándolo bien, con cuatro manos,

podría poco andar, y mucho hacer.


Entrego los tarsos calcinantes

Antes que engullan mis tristes anhelos.


Renuncio a ellos por las lágrimas enlodadas

y la vil complicidad.


Por llevarme a donde no quiero ir.


Gustavo Adolfo