jueves

Y una Hormiga


Un banquito de concreto, alrededor de un árbol y una mirada al azul entre el verde. Las voces pasajeras claman por atención, mientras crecen a un lado relatando una historia ya comenzada y lentamente se despiden mientras se desvanecen en el fondo, retazos de historias que no se siguen una a otra, no comparten a sus narradores ni a sus personajes.


Entre historias incompletas, cada dos menos cuarto comienza un nuevo viaje. El azul y el verde se posan sobre la cabeza y los ojos se enfrentan a otros ojos. Repentinamente, la pupila se dilata, las siluetas se desenfocan; el fondo deja de ser fondo y pasa a primer plano. Un horizonte que muchos prefieren catalogar como ficción y no realidad; un cuadro que me recuerda todos los días lo fácil que es apuntar un dedo y lo difícil que es ver el pincel en la mano. Todos pintamos, algunos al óleo, otros en acuarela, cada quien tiene su técnica, sus colores y sus herramientas, pero jamás, JAMÁS se debe olvidar que el lienzo lo compartimos.


Izquierdo, derecho, izquierdo, derecho, izquierdo, derecho dictan los pies, mientras se escucha a cada otro par de zapatos cantar la misma tonada a diferentes ritmos. Pronto en las paredes, tapizadas de quejas, pedidos y ofrecimientos, retumba el eco de los pasos, que solamente se apaciguan cuando alcanzan un numero y una letra. Una puerta y detrás de la puerta, grafito y papel como protagonistas. Palabras flotan en el aire, buscando asidero en la mente de alguno. Chocan ideas, en el mejor de los casos y se levanta un hombre diferente al que se sentó.


Ya transcurrieron sesenta segundos, noventa veces seguidas, y de nuevo vibran las paredes, de nuevo su tapizado es ignorado y de nuevo los zapatos se reparten en todas direcciones. Con ritmo invariable, cruzo el espacio, repleto de otras historias incompletas y ahora, yo soy el pasajero. Dos colores no me abandonan y emprendo el regreso al lugar donde los conocí.


Un banquito de concreto alrededor de un árbol y una hormiga, que de mi hoja a mi lápiz y de mi lápiz a mi mano, me recuerda humildemente que, yo también, soy una simple hormiga en este universo, pequeño pero existente, pequeño pero significativo; pequeño y al mismo tiempo, inmensamente grande.